Habits du Conseil Municipal
Habit de Carnaval
Vêtements quotidiens en laine
Vêtements quotidiens en laine
Vêtement d'hiver
Uniforme de policier
Chaussures de Carnaval /
Costume de Carnaval
Habit du Conseil Municipal
Habit de Mariage, homme et femme /
Vêtements quotidiens, homme
Vêtements quotidiens, femme
Vêtement femme quotidien
Vêtement homme célibataire (sans pantalon) et habits homme, femme mariés /
Vêtement homme quotidien
Homme, femme au quotidien avec paniers, Sergio Castro veille à la bonne présentation
Femme au quotidien /
Vêtement homme et femme en coton
Vêtement homme
Vêtement femme en laine et coton
Vêtements homme, femme, avec machette et bâton pour travailler le maïs
Vêtements quotidiens homme, femme
Vêtements quotidiens homme, femme /
Costume de cérémonie en écorce d'arbre (mahaua), motifs représentant la lune, le soleil, et les étoiles.
El mundo de los textiles en los Altos de Chiapas
En los Altos de Chiapas, los textiles han caracterizado a cada pueblo, distinguido el estado civil,
el cargo político o el religioso ocupado por los indígenas tzotziles o tzeltales.
Las prendas han sido símbolos de estatus social que reflejan las virtudes que mujeres y hombres han acumulado en el servicio a su comunidad.
La selección de cada dibujo, cada color, cada motivo, cada técnica se realizaba no porque resultara bello o siguiera una moda, sino porque la textilera, seducida por los dioses durante el sueño, sentía la necesidad de crear una prenda con el producto de su tierra, misma que expresaba, con orgullo, su cosmovisión.
De la cosmogonía a la producción para el mercad el oficio artesanal tiene su origen en la transmisión de conocimientos heredados de múltiples generaciones.
Ésta se efectúa por vía oral y se reproduce por imitación. Indiscutiblemente, el gran maestro de todo artesano es el medio familiar en que nace y crece, donde escuchar y repetir constituyen la base más firme de sus habilidades.
En los Altos de Chiapas los textiles han representado un elemento significativo de la cosmogonía y la organización social de los pueblos tzotziles.
Tan sólo su materia prima original, la lana, era considerada como un regalo de los dioses a los hombres para protegerlos del frío; un mandato divino prohibía matar o comer la carne de los borregos que la proveían.
Asimismo, las prendas de ese material han servido para identificar a los poseedores de ciertos cargos dentro de la comunidad.
La elaboración de textiles ha sido una actividad tradicionalmente femenina que se alterna con las labores domésticas y agrícolas, y tiene como base la unidad familiar.
La destreza en el manejo de las técnicas para la elaboración de los tejidos permite a las artesanas tzotziles realizar complicados dibujos con hilos y estambres de diferentes colores que, además, juegan un papel muy importante en la cosmovisión de sus pueblos. La producción de un objeto está indisolublemente unida a su propia habilidad y ritmo.
En los textiles la mujer tzotzil imprime su sello personal y en ellos se reconoce el proceso de elaboración: que va desde la preparación de la lana hasta la terminación de la prenda.
Al ampliarse el mercado artesanal en los años 70 los textiles tradicionales dejaron de ser prendas de uso exclusivo de los indígenas alteños de Chiapas y se convirtieron en objetos destinados principalmente a la venta.
La elaboración de prendas a la vez que reproducía una identidad y una tradición cultural, se convirtió en otra forma de satisfacer necesidades económicas.
En este proceso, la producción artesanal debió adaptarse a las exigencias de un mercado que otorga a los objetos creados otro tipo de valores, y les asigna un uso diferente al de sus productores. Un ejemplo es el telar de cintura tradicional, que sirve a las indígenas tzotziles para la creación de una prenda, pero es utilizado por compradores como una pieza ornamental.
El progreso de esta actividad empezó entonces a depender de un mercado externo que la incentivaba (conformado principalmente por turistas nacionales y extranjeros) y sin el cual sus propósitos se perdían.
La situación trajo cambios importantes en el oficio transmitido de generación en generación entre las artesanas.
Así, en una misma familia es posible observar las diferencias entre un tejido confeccionado por la mujer más anciana (con motivos referidos a la cosmogonía de su pueblo) y el realizado por la hija (que no necesariamente incluye motivos cosmogónicos y se adapta más a las exigencias cambiantes del mercado).
Motivos, técnicas, formas e instrumentos de trabajo empezaron a ser enriquecidos y/o cambiados constantemente por otros que agilizaran más el proceso productivo y permitieran una mejor comercialización.
No obstante, los beneficios de esta actividad no han sido tan evidentes ni duraderos, la mayoría de las familias indígenas de esta región son extremadamente pobres y carecen de los recursos necesarios para trabajar de manera comercial.
Es por ello que la producción, ya sea individual u organizada en cooperativas (e independientemente de los muchos o pocos programas institucionales de apoyo), casi siempre entra en los circuitos de comercialización con desventajas y lucha por sobrevivir cuando éstos decaen.
Vida y adversidades de la artesana textil de los Altos
Después de tomar sus alimentos de la mañana y una vez que el sol disipa la niebla, la mujer comienza sus labores atando y trenzando el telar de cintura a un poste, árbol o pilastra.
Si el día amanece lluvioso, deberá refugiarse dentro de su casa o en el pequeño portal con que cuentan algunas casas.
Los factores ambientales adversos como la lluvia o la niebla perjudican su trabajo, pues no sólo la obligan a modificar el lugar que escogió para trabajar, sino que demoran aún más el ya de por sí lento proceso de creación de una pieza textil.
Si la mujer pertenece a una organización cooperativa se ve orillada, en muchas ocasiones, a terminar en el menor tiempo posible una prenda, trabajando mucho más horas al día que las que trabajan por su cuenta.
Las mujeres no organizadas dedican a la labor del telar de cintura menos horas al día yaque no tienen asegurada la venta, ni la obligación de entregar su producto en un tiempo determinado. Ellas son las primeras en buscar actividades complementarias para satisfacer sus necesidades básicas.
Actualmente, las artesanas tzotziles de San Cristóbal ya no utilizan la lana de borrego como la principal materia prima en la elaboración de prendas.
Una razón que explica este cambio sería que el trabajo con la lana es difícil, cansado y mal pagado, por lo que las mujeres, tanto las organizadas como las independientes, han decidido recurrir a otros materiales de más fácil manejo, agilizando así la venta de sus productos.
Las pocas artesanas que utilizan esta materia prima la compran (si no cuentan con un rebaño propio) en los mercados de San Cristóbal de Las Casas y procede
de lugares tan variados como lejanos.
Investigaciones recientes mencionan con frecuencia la existencia de artesanas que confeccionan prendas con lana, haciendo hincapié en el arduo trabajo que significa el tratarla hasta convertirla en hilo, para luego teñirla y tejer con ella una prenda no sólo bella y durable sino que sea vivo reflejo de una cosmovisión indígena. Sin embargo, si uno se pregunta dónde están esas mujeres tzotziles que producen prendas calificadas como "tradicionales", la respuesta no será nada alentadora.
En los pueblos indígenas alteños sólo unas cuantas textileras trabajan todavía con ella.
Aunque sectores de la comunidad como las autoridades tradicionales utilizan prendas tejidas con este material, el grueso de la población ya no elabora ni usa prendas de origen ovino.
Las materias primas que han substituido a la lana son el algodón procesado industrialmente;hilos y estambres de origen natural y sintético, que se obtienen en los mercados de San Cristóbal de Las Casas, en los comercios especializados de la cabecera municipal, o por medio de las organizaciones cooperativas que surten a sus agremiadas con base en créditos.
A pesar de transformaciones y adaptaciones y de la destreza milenaria de las mujeres para el tejido y bordado, los beneficios de la actividad textil no han sido tan evidentes ni duraderos, la mayoría de ellas es extremadamente pobre y carece de los recursos necesarios para trabajar de manera comercial. Es por ello que la producción, ya sea independiente u organizada en cooperativas (e independientemente de los muchos o pocos programas institucionales de apoyo), casi siempre entra en los circuitos de comercialización con desventajas y debe luchar constantemente por sobrevivir ante los innumerables vaivenes del mercado.
Los laberintos de la comercialización
Existen varias formas de comercializar la producción artesanal en el llamado mercado local. En el caso de las trabajadoras independientes, una es esperar a que el comprador se traslade al pueblo a comprarle los textiles directamente, otra es llevar su producción a San Cristóbal de Las Casas y venderla personalmente, ya sea en el atrio de Santo Domingo o a las revendedoras localizadas en la Calle Real de Guadalupe.
Cuando se trata de artesanas organizadas en cooperativas --ya sean de la Casa de las Artesanías de Chiapas, del grupo Sna Jolovil o del Grupo de tejedoras de culturas mayas-- una persona o personas responsables de la organización visitan la comunidad y tratan la venta de las prendas con sus agremiadas, "comprándoles" una buena cantidad y posteriormente revendiéndolas en la tienda que cada una de las cooperativas tiene en San Cristóbal.
Es difícil que una artesana tzotzil no perteneciente a una cooperativa comercialice su producción fuera de su circuito local.
La razón es básicamente económica, la mayoría de las artesanas vive con muchas carencias y no posee los medios para incursionar en mercados extra regionales.
Los pocos intentos de comercializar en otros mercados sin contar con el aval de las cooperativas no han redituado ingresos a las textileras.
En lo que respecta al mercado extra regional, nacional e internacional, sólo el Instituto de Desarrollo Humano, a través de la "Casa de las artesanías de Chiapas" ha incursionado en la comercialización de productos artesanales provenientes de varios municipios del estado. Mientras que organizaciones cooperativas como "Sna Jolovil" que en un principio, gracias al apoyo de Fonart, era la principal y única a nivel extra regional, ha quedado estancada por la imposibilidad de abrir más mercados a sus productos.
Ante la falta de estímulos, en lugares como San Cristóbal muchas artesanas han dejado de ser productoras, ya sea porque no contaron con créditos, porque no fueron apoyadas por algún programa de fomento institucional, o porque sencillamente les aporta mayores dividendos vender artesanía que producirla. Muchas compran a sus propios compañeros artesanos o a revendedores que vienen desde Guatemala con productos mucho más baratos. En sus ratos libres, las artesanas de Santo Domingo producen pulseras tejidas, mientras venden muñequitos de barro y/o tela de los personajes del EZLN.
La realidad de las cosas es que a pesar de los esfuerzos por mantener sus productos vigentes las textileras en los Altos de Chiapas experimentan una falta de mercados.
Y mientras las organizaciones cooperativas buscan alternativas inmediatas para que la producción artesanal en Chiapas pueda seguir cumpliendo una función económica relevante, el intermediarismo y la producción de otro tipo de objetos se han vuelto la fuente alternativa de ingresos.
Texto originalmente publicado en inglés en la Revista Voices of Mexico. CISAN-Universidad Nacional Autónoma de México. No. 72, julio-septiembre del 2005, pp. 33-39
José Rubén Orantes García
Maestro en Antropología Social por el CIESAS-Occidente-Sureste.
Investigador de tiempo completo del Programa de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Mesoamérica y el Sureste (PROIMMSE)
del Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM.
jrorantes@correo.unam.mx
Le monde des textiles du Haut-Chiapas
Dans le Haut-Chiapas, les textiles caractérisent chaque village des Indiens tzeltales ou tzotziles, ainsi que leur état civil, leur fonction politique ou religieuse.
Les vêtements ont été le symbole d'appartenance sociale, reflétant les vertus de femmes et d'hommes au service de leur communauté.
Le choix d'un dessin, d'une couleur, d'un motif, d'une technique ne se faisait pas en fonction de la beauté ou de la mode mais parce que la tisseuse, séduite par les dieux durant son sommeil, éprouvait le besoin de créer un vêtement avec le produit de sa terre, et là elle exprimait, avec fierté, sa propre vision du cosmos.
De la cosmogonie à la production de marché
La pratique de l'artisanat vient de l'imitation et de la transmission orale de connaissances héritées depuis des générations.
Le grand maître de l'artisan est le foyer familial, où il naît et il grandit, où écouter et reproduire forment la base de toute son adresse.
Dans le Haut-Chiapas, les textiles représentent un élément significatif de la cosmogonie et de l'organisation sociale des villages tzotziles.
Les vêtements en laine servent ainsi à identifier des personnes occupant certaines fonctions au sein de la communauté.
La laine étant considérée comme un cadeau des dieux pour protéger les hommes du froid, les ordres religieux interdisaient de tuer ou manger les moutons dont provenait la matière première sacrée.
L'élaboration des textiles représente l'unité familiale, c'est traditionnellement une activité féminine en plus des activités domestiques et agricoles. L'artisane tzotztile manie les techniques de confection des étoffes avec une grande dextérité, ce qui lui permet de réaliser des dessins complexes avec du fil et de laine de différentes couleurs. Ces couleurs jouent un rôle important pour les villages et leur perception de l'Univers. Dans la confection d'un objet, il n'est question que d'habileté et de rythme.
La griffe personnelle des femmes tzotziles ressort dans les textiles, on reconnaît également le processus d'élaboration, qui va de la préparation de la laine aux finitions du vêtement.
Quand le marché artisanal s'est développé dans les années soixante-dix, les textiles traditionnels n'étaient plus réservés exclusivement aux vêtements des Indigènes du Haut-Chiapas mais principalement à la vente.
Alors que la fabrication des vêtements représentait une identité, une tradition culturelle, elle est devenue aussi un moyen de subvenir á ses propres besoins financiers.
La production artisanale a dû alors s'adapter dans ce processus aux exigences d'un marché, qui octroie aux objets créés d'autres valeurs, et les destine à un usage différent de celui de leurs producteurs.
Par exemple, le métier à tisser traditionnel, qui serre à la fabrication des vêtements chez les Tzotziles, est utilisé chez les acheteurs comme un objet de décoration.
La progression de cette activité s'est mise à dépendre d'un marché extérieur qui la stimulait (surtout composé de touristes mexicains et étrangers) et sans lequel elle n'aurait pas eu lieu.
La situation a donc engendré d'importants changements dans la conception, transmise par les artisanes de génération en génération.
On peut observer ainsi, dans une même famille, les différences entre un tissu travailler par la femme la plus âgée (avec des motifs se référant à la cosmogonie de son village) et le tissu réalisé par la plus jeune (qui n'intègre pas, forcement, de motifs ancestraux mais qui s'adapte bien aux exigences changeantes du marché).
Motifs, techniques, formes et instruments de travail, petit à petit, ont été améliorés et sans cesse renouvelés, pour faciliter le processus de production et permettre une meilleure commercialisation.
Cependant, cette activité apporte des bénéfices aussi peu évidents que durables. La plupart des familles indigènes de cette région sont extrêmement pauvres et ne disposent pas des ressources nécessaires pour travailler de façon commerciale.
Ainsi la production, individuelle ou organisée en coopératives (et mise à part les programmes institutionnels de soutien, nombreux ou peu nombreux), se voit presque toujours désavantagée dans le circuit de la commercialisation et lutte pour survivre quand celui-ci s'affaiblit.
La vie et les adversités de la fabricante de textile dans le Haut-Chiapas
La femme commence son travail après son premier repas du matin, quand le soleil a dissipé la brume. Elle attache et tresse son métier à tisser sur un poteau, sur un arbre, ou sur un pilastre. Si le jour se lève pluvieux, elle devra s'abriter chez elle ou sous le petit préau dont disposent certaines maisons. Les facteurs climatiques inappropriés (la pluie ou la brume) portent préjudices à son travail.
Non seulement ils l'obligent à changer de place, mais ils ralentissent le processus de fabrication, déjà lent, de la pièce textile.
Si la femme fait partie d'une coopérative, elle doit souvent terminer le plus vite possible le vêtement et travaille bien plus d'heures par jour que la femme à son compte ; celle-ci n'a pas ses ventes assurées ni l'obligation de remettre son produit en un temps déterminé, elle est aussi la première à chercher des tâches supplémentaires pour subvenir aux besoins les plus élémentaires.
Actuellement, les artisanes tzotziles de San Cristóbal n'utilisent plus la laine de mouton comme principale matière première pour élaborer leurs vêtements.
Travailler la laine est difficile, fatiguant et mal payé, ce qui explique en partie ce changement. Les femmes, à leur compte ou associées, ont donc décidé de recourir à d'autres matériaux plus malléables, optimisant ainsi la vente de leurs produits. Le peu de femmes, qui utilisent encore de la laine, l'achètent (si elles n'ont pas de troupeau) dans les marchés de San Cristóbal de Las Casas et elle provient d'endroits aussi divers que lointains.
De récentes études mentionnent souvent l'existence d'artisanes qui fabriquent leurs vêtements avec de la laine. Le traitement de la laine, jusqu'à ce qu'elle devienne du fil, demande beaucoup de travail. Il faut la teindre et la tisser, en faire ensuite un vêtement de qualité, beau, qui soit en tant qu'indigène, le reflet vivant de la conception originelle du cosmos. Ceci étant, si on se pose la question de savoir où sont ces femmes tzotziles, celles qui produisent des vêtements dits « traditionnels », la réponse n'est pas si évidente.
Dans les villages indigènes des hautes terres, seulement quelques tisseuses travaillent encore avec. Même si certains secteurs de la communauté, comme les autorités traditionnelles, utilisent encore des vêtements tissés en laine, la plupart de la population ne fabrique plus et ne porte plus d'habits d'origine ovine.
La laine a été remplacée par d'autres matières premières, comme le coton (traité industriellement) et le fil d'origine naturel ou synthétique, que l'on trouve dans les marchés de San Cristóbal, dans les commerces spécialisés des chefs-lieux de municipalités, ou par l'intermédiaire de coopératives qui fournissent et font crédits à leurs différents corps de métiers.
Malgré les transformations, les adaptations apportées au tissage, à la broderie, malgré l'habileté ancestrale des femmes, les bénéfices de l'activité du textile (comme évoqué précédemment) ne suffisent pas ou tout juste pour survivre.
Les labyrinthes de la commercialisation
Il y a plusieurs façons de commercialiser la production artisanale dans le dit marché local. Chez les travailleurs indépendants, il y en a une qui consiste à attendre que l'acheteur se déplace et vienne au village acheter les textiles directement.
Emmener sa production à San Cristóbal de Las Casas et la vendre soi-même sur le parvis de Santo Domingo ou aux boutiques de la rue Real de Guadalupe est une autre solution.
Quant aux artisanes travaillant en coopératives (qu'elles soient de la Maison des Artisanes du Chiapas, du groupe Sna Jolovil, ou du Groupe des tisseuses des cultures mayas), une ou plusieurs personnes responsables de l'organisation se rendent dans leurs communautés pour convenir de la vente des vêtements avec elles, «leur en achetant » une bonne quantité, pour les revendre par la suite, dans une des boutiques que chaque coopérative possède à San Cristóbal.
Il est vraiment difficile pour une artisane tzotzile qui n'appartient pas à une coopérative de commercialiser ses produits hors de son circuit local.
La raison est simplement économique, la plupart des artisanes manque de beaucoup de moyens pour participer aux marchés extra régionaux. Les tentatives, peu nombreuses, de faire du commerce sur d'autres marchés sans le soutien des coopératives ne sont pas concluantes pour les tisseuses.
En ce qui concerne le marché extra régional, national, et international, seul l'Institut du Développement de l'Homme, au travers de la « Maison des artisanats du Chiapas » a introduit la commercialisation de produits régionaux provenant de différentes municipalités de l'état ; par contre, les organisations montées en coopératives stagnent et se voient dans l'impossibilité d'ouvrir plus de marchés pour leurs produits, comme « Sna Jolovil » qui au début grâce au soutien de Fonart était la seule et l'unique à commercialiser à un niveau extra régional.
Beaucoup d'artisanes ont cessé de produire par manque de motivations, dans des lieux comme San Cristóbal. Faute de crédits ou par manque de soutien d'un quelconque programme d'aide institutionnelle, il est souvent plus intéressant de vendre les produits issus de l'artisanat que de les fabriquer.
Beaucoup achètent à leurs propres confrères artisans ou à des revendeurs qui viennent du Guatemala avec des produits bien moins chers. Les artisanes de Santo Domingo (église de San Cristóbal devant laquelle s'installe le marché) tissent des bracelets en attendant les clients de leurs petites poupées en tissu ou en terre cuite représentant des personnages de l'EZLN, tel le commandant Marcos...(armée zapatiste de libération nationale).
Malgré tous leurs efforts pour maintenir leurs produits en vigueur, la réalité est autre ; les fabricantes de textile du Haut-Chiapas sont confrontées au manque de marchés.
Et pendant que les organisations de coopératives cherchent des alternatives immédiates, pour que la production artisanale puisse continuer à jouer son rôle économique correctement, la fabrication d'un autre type d'objets et la sous-traitance deviennent les seules sources alternatives de revenus.
Jose Rubén Orantes García*, traduit de l'espagnol par Murielle Sauzot.
*Professeur d'anthropologie sociale pour le CIESAS-Occident-Sud-Est.
Chercheur pour le Programme de Recherches Multidisciplinaires sur la Méso-Amérique et le Sud-Est à l'Institut de Recherches Anthropoligiques, UNAM.
jrorantes@correo.unam.mx